miércoles, 4 de julio de 2007

ESCULTURA HINDU



Durante el periodo gupta se produjo también el desarrollo de la escultura hindú. Se tallaron relieves para adornar los santuarios excavados en la roca de Udayagiri, Madhya Pradesh (400-600) y los templos de Garhwal, cerca de Allahābād y Deogarh. Numerosas escuelas florecieron entre el siglo VII y el IX. A ellas pertenecen el estilo de Pallavas, de alto nivel arquitectónico, buen ejemplo del cual es la obra de Kānchipuram, Tamil Nadu; el estilo Rastrakuta, cuyas mejores muestras son un colosal relieve y el busto de tres cabezas de Siva con forma de elefante, cerca de Bombay, y el estilo Cachemira.

Desde el siglo IX hasta la consolidación del poder musulmán a principios del siglo XIII, la escultura india fue poco a poco volviéndose hacia formas lineales, más de contornos pronunciados que de volúmenes. Cada vez se utilizaba con más frecuencia como decoración, subordinándola al entorno arquitectónico. Era rica en intrincados detalles y se caracterizaba por figuras de múltiples brazos sacadas del panteón de los dioses hindúes y jainíes, que venían a sustituir a las sencillas figuras de los dioses budistas, y a la multiplicidad de formas había que añadir la importancia del dominio técnico.

La escultura de aquella época procedía de tres zonas: del norte y el este, de Rajputana (actualmente parte de los estados de Gujarāt, Madhya Pradesh y Rājasthān) y de las regiones sur-centro y occidentales. Bihar —sobre todo el monasterio y la universidad de Nalanda— y Bengala eran el centro de una de las principales escuelas de la zona del norte y del este bajo la dinastía Pala (750-1200). Se utilizaba sobre todo la pizarra negra, y los temas, aún budistas al principio, fueron adquiriendo paulatinamente el carácter hindú. La escuela de Orissa realizaba obras típicamente hindúes, entre las que se cuentan los elefantes y los caballos monumentales y los frisos eróticos del templo del Sol en Konarak. El estilo local de Rajputana queda patente en el templo de arenisca de Khajuraho, literalmente cubierto de esculturas hindúes. Las escuelas centro-meridionales y occidentales produjeron notables obras en Mysore, Halebid y Belur. Los templos se embellecían con frisos, pilares y ménsulas tallados en fina piedra oscura.

Cuando los musulmanes se hicieron con el poder en el siglo XIII, adoptaron muchos de los motivos nativos para sus ornamentaciones. Las tradiciones se han mantenido hasta la época actual, sobre todo en el sur, donde el arte aún conserva su pureza indígena.

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